EL PAÍS - LUIS GARCÍA MONTERO 02/01/2010
El teléfono se ha convertido en un aliado inevitable y constante para acabar el año. Ahora representa algo más que la emoción de una distancia. Cuando la tecnología aún era un animal pesado de baquelita que no había roto del todo con el mundo artesanal, y necesitaba de las clavijas y las telefonistas, la familia se reunía junto a la pared del pasillo para hablar con la abuela, la hermana o el hijo arrastrado por la vida a otra ciudad. Aquellos que no volvían a casa por Navidad necesitaban un teléfono para estar cerca.
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