jueves, 8 de julio de 2010

¿Qué democracia?

He referido bastantes veces aquellas declaraciones de Hans Tietmeyer, presidente del Bundesbank entre los años 1993 y 1999. Decía aquél halcón neoliberal que los políticos debían acostumbrarse a acatar las directrices de los mercados.

Eran los años de la dulce inopia europeísta y por aquel entonces sólo IU (y el PCE en ella) alertaba de lo que iba a suponer el Tratado de Maastricht y supusieron después los tratados de Amsterdam, Niza, etcétera. Desde el FMI hasta el BCE pasando por el Gobernador del Banco de España, la CEOE, Bruselas, Obama, el Presidente del Gobierno y en general todos los turiferarios del sistema, siguen insistiendo en la obligatoriedad de acatar los dictados de los mercados. Desde mi contumacia racionalista, heredera de la Ilustración y del pensamiento libre, estoy asombrado y perplejo ante el predicamento que esta superchería está alcanzando en políticos, comentaristas, intelectuales y vox populi en general. La omnipotencia de los mercados es presentada de la misma manera que los brujos de la tribu traducían los fenómenos de la naturaleza sus crédulos oyentes y atribulan a los dioses las causas y orígenes de todo aquello que atribulaba a la colectividad. Es éste uno de los casos más claros de cómo los seres humanos son capaces de regresar de manera infantil al pensamiento mágico y animista. Los brujos y gurús sabían perfectamente que la aceptación acrítica por parte de la mayoría tribal era la base de su dominación como casta sacerdotal. Los actuales manipuladores de las conciencias saben también que la base de su dominación incontestada estriba en el la apariencia científica de sus manipulaciones económicas. Así los economistas del sistema -nuevos nigromantes de hoy- de la mano de los políticos y medios de comunicación lanzan a los cuatro vientos que los mercados han decidido el sacrificio de trabajadores y jubilados para que la «Economía del pueblo» se salve. Palabra de Dios.

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