19-10-10 EL PAÍS
El IRPF español no es alto con relación a la Europa más próspera. Su problema es que grava sobre todo las controladas rentas salariales. Se le escapan muchas no salariales y muchas del capital, esto es, los más ricos
El IRPF es un impuesto esencial. No solo tiene una gran capacidad recaudatoria sino que, además, plasma en la práctica tributaria las nociones de equidad dominantes en la sociedad. En los últimos tiempos el IRPF ha sido cuestionado por los supuestos desincentivos que introduce. Sea por esto, por electoralismo o por otras causas, todas las reformas del IRPF realizadas en España en los últimos 20 años lo han reducido. Como resultado, a pesar del crecimiento económico, entre 1992 y 2004 la recaudación (en porcentaje del PIB) se redujo un 25%. Pasado el boom 2005-07, la recaudación ha vuelto a caer situándose en poco más del 6,5% del PIB. Esto es un 20% menos de lo recaudado en 1992. Y está un 30% por debajo de la media de la UE-15, donde solo Grecia y Portugal recaudan menos que España.
Los efectos del IRPF sobre los incentivos y la deslocalización suelen exagerarse con intereses partidistas. Dentro de unos amplios márgenes de tipos, los impuestos son variables de segundo orden en la mayoría de las decisiones individuales. Por ello, el IRPF no afecta de forma significativa a la renta o al empleo. En lo esencial solo sustituye usos privados de la renta por usos públicos. La deslocalización es anecdótica en las personas e incontrolable vía reducción de tipos (salvo que se hagan cero) en el caso del capital. Tampoco tiene sentido decir que el IRPF desalienta la formación de capital humano (no es creíble que la gente deje de estudiar o renuncie a formarse para evitar saltar de tramo en el IRPF).
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